
OBJETIVO:
ANDORRA
G. Belay.-
EA1RF.
20/noviembre/2000
De
nuevo rescato un reportaje, en este caso sobre Andorra, escrito
hace 15 años.
Hubo
un tiempo en el que algunos campistas nos decidimos a dar el salto
de la tienda familiar conseguida tras largo tiempo de sana envidia
de lo que los franceses traían en sus vacaciones, a la caravana.
No todos teníamos el mismo objetivo al disponer de ruedas en la
nueva "casa", y fueron bastantes los que entraron en el
tedioso error de plantar en el camping de siempre y a poder ser
en la misma parcela de todos los veranos, su nueva "instalación",
y comprobar la enorme diferencia de una caravana a una tienda familiar
por buena que fuese; y más cuando el tiempo se tornaba hostil, con
lluvia y viento. Esto era cierto, como lo era que algunos campistas
por ser familias de cierto número de miembros no tuviesen otra alternativa
que la de "estarse quietos" y disfrutar de sus vacaciones
con un poco más de confort. Pero otros entendimos el fin de las
ruedas y las nuevas posibilidades que nos proporcionaba la caravana,
y no tardamos en ponernos en marcha para conocer otros entornos
a través de unas vacaciones itinerantes.
RUEDAS
SIN COMBUSTIBLE
Quienes
por esta fase pasamos, en illo tempore, nos encontramos
con un segundo problema que afectaba directamente a nuestras ajustadas
economías: El coche que con apreturas nos servía para ir a cualquier
playa de las RÍas Baixas no aportaba garantías de aguantar un viaje
de dos o tres mil kilómetros por los calurosos litorales del Mediterráneo.
Así que además del esfuerzo de la adquisición de la caravana, había
que hacer el del cambio del coche que tirase de ella. Estos "ligeros"
inconvenientes nos acarrearon a más de uno un par de veranos de
"ruedas quietas" por falta de recursos para costear
el combustible, y tiempo para soñar con los proyectos que a los
caravanistas nos embargaban, más, cuando franceses, alemanes, italianos
y demás europeos nos visitaban en nuestros camping de toda la vida
viniendo desde "tan lejos". Entre estos sueños
estaba Andorra, su comercio, el enorme mito de la electrónica que
en España no podíamos comprar además de por sus disparatados precios
por no estar permitida su importación. Fuímos muchos los que en
nuestro primer proyecto de viaje a larga distancia con la caravana
pusimos como objetivo Andorra.
GRAN
ILUSIÓN
Con una
pequeña "Catusa" (la más pequeña de todas) adquirida de
segunda mano nos fuimos mi esposa y yo con gran ilusión y por primera
vez sólos desde el viaje de novios. Los niños quedaron con los abuelos.
El recorrido, por aquellas fechas larguísimo no porque haya variado
la distancia entre Ourense y Andorra, sino por las dificultosas
carreteras y los enrevesados trazados de los puertos de montaña,
lo afrontamos en dos largas etapas sin tomar en cuenta ninguna de
las formidables visitas que en puntos como Burgos o Zaragoza pudiésemos
habernos planteado: Ibamos a Andorra y teníamos las fechas justas
para estar allí un par de días y emplear otros cuatro en la ida
y el regreso. Si el tiempo era el justo, el dinero igual. Así que
no cabía otra opción que el viaje directo ida y vuelta.
Desde
aquel primer viaje hemos vuelto a estar en Andorra un montón de
veces, con caravana, con autocaravana, en hotel... y hemos ido comprobando
cómo en la medida que en España se liberalizaron las importaciones,
en Andorra el comercio (o los precios) ha perdido atractivo. Y cómo,
para paliar esta situación, se va transformando en un punto muy
comercial pero también muy de cara al turismo de invierno y al de
verano, con ofertas interesantes.
Hoy plantearse
un viaje a Andorra con caravana o autocaravana no presenta problema
alguno, y puede hacerse como destino o como final del trayecto de
una ruta plena de interesantes vistas en las ciudades que se encuentran
en el recorrido. Si se toma como destino y tomando Ourense como
referencia, es buena idea partir por la tarde con el sol por la
espalda y pensando (los días son largos en verano) en detenerse
a dormir en una de las muy buenas áreas de servicio que se pueden
encontrar por las inmediaciones de Burgos. Es, más o menos, el 50%
del trayecto y siempre que lo hago procuro detenerme, si salgo un
poco tarde, antes del desvío para Valladolid, en el área que está
en el hito kilométrico 195. Los precios del restaurante son aceptables
y es un área bien atendida y acogedora. En caso de avanzar más,
procuro llegar hasta la nueva estación de servicio en Quintanapalla,
que es la primera tras el peaje de Burgos.
Los lectores
ya habrán entendido que "mi ruta" no es por el interior
hacia Palencia, Valladolid, Soria, Zaragoza, sino siempre por la
autovía Rías Baixas a Tordesillas, Valladolid, Burgos, Logroño,
Zaragoza. Me lo enseñaron en Alemania: Por buena que sea la carretera
y aunque pierdas algunos kilómetros, siempre que tengas a mano una
autopista, no lo dudes y vete por ella. Y así lo hago.
La segunda
etapa tendrá el inconveniente de tener el sol naciente y es inevitable
que nos moleste un poco hasta mediodía. Tomado el desvío para Seo
de Urgel, en Lleida, estos casi 200 kilómetros finales se harán
un poco lentos y más si queremos disfrutar del formidable paisaje
de las gargantas y los embalses que jalonan el recorrido. Paciencia
y precaución, pues la carretera está muy mejorada, pero siguen existiendo
puntos con peligro y, sobre todo, mucha circulación. Allá por Pons
hay algunos puestos donde se compran unas cerezas (en la época,
claro) extraordinarias, y más arriba miel y otros productos de la
montaña.
BONITOS
PERO...
Ya en
Andorra hay varios campins si bien únicamente conozco uno, porque
de antiguas experiencias no tengo claro los recuerdos y de las recientes
una sóla vez lo utilicé, y si el enclave es bucólico con el rio
al lado, los servicios me dejaron una pobre impresión. La mayor
parte de las veces he aparcado, con las diversas furgonetas que
he tenido, en aparcamientos del centro, y sin desplegar techos ni
otros alardes, he pernoctado sin mayores problemas. Decir en cuál
es complicado porque para el visitante Andorra comienza apenas pasada
la frontera y concluye en las últimas casas del final de la larguísima
calle que constituye su columna vertebral. Ellos, los que allí viven,
diferencian cada uno de los enclaves. Yo no lo consigo y para mi
todo es una ciudad de plano alargado con un caudaloso y torrencial
río que la recorre, y esa ya referida calle principal que, según
las zonas, tiene un nombre. La caravana impone aparcar en un camping.
EL
COMERCIO
En
el comercio hay de todo y ciertos productos son más baratos, por
ejemplo y por grosero que parezca citarlo dentro del epígrafe comercio,
los combustibles. Así
que hay que procurar llegar con el tanque en la reserva y cargar
a tope, que es lo que, básicamente y una vez allí, vale verdaderamente
la pena. Hay comercio especializado y diversdas tiendas de moda
de los diseñadores del momento, como nuestro paisano Adolfo Domínguez
y otros, pero la mayoría del comercio es de productos diversos y
los grades almacenes ofrecen lo infinito de todo lo que tiene marca
y también de lo que no la tiene. La ropa deportiva te la ofrecen
desde las grandes superficies a las tiendas especializadas. La electrónica
siempre fue el gran atractivo pero ahora mismo no hay nada que no
se encuentre en los escaparates de los comercios españoles. Es tal
el atiborramiento de cámaras de fotos y videos y demás, que no es
posible ver un precio y saber si en España está igual, más barato
o más caro. Lo he intentado un montón de veces, aunque sólo fuese
por saber si en mi propia tienda de fotografía los mismos productos
eran más o menos caros, y no lo he conseguido.
Desde
hace unos años Andorra ha crecido a lo ancho, dentro del eufemismo
que tal expresión supone, porque el valle es profundo y estrecho.
Pero le van ganando espacio y hay nuevas y más modernas calles y
edificios y por lo tanto comercios, y en las zonas en las que antes
había unas callejuelas ahora está todo muy cuidado con plazoletas
y restaurantes, todo muy "entre" lo español y lo francés.
Las montañas que cierran hacia el cielo poco a poco se van poblando
de apartamentos y otros edificios, literalmente colgados de los
precipicios, y en la parte alta de la ciudad está uno de los enclaves
turísticos más atractivos que es La Caldea, un edificio que alberga
una serie de estanques de agua con cascadas, turbiones y demás juegos
acuáticos, evidentemente climatizados, que como peculiaridad ofrece
la posibilidad de, en invierno, ver como cae la nieve en el exterior
mientras uno se da chapuzones en el interior, incluso está, el estanque
principal, comunicado con el exterior y se puede pasar nadando y
hacerlo mientras nieva. (Si nieva, claro).
Se puede
gastar todo el dinero que se quiera, tanto en cosas que te puedan
ser útiles como en las habitualmente inútiles. Pero cuando te haces
veterano compras aquello concreto que ya sabes que lo hay en un
determinado establecimiento a mejor precio, y ojeas escaparates
por ver si aparece algo nuevo, pero te reservas para las grandes
superficies que están a la salida donde hay de todo y especialmente
productos de alimentación que están a buen precio. De todas formas,
tomando por ejemplo el queso, es absolutamente imposible saber si
es de verdad más barato porque, tanto si es en piezas como en cuartos,
cada uno lleva el precio en función del peso, y claro, lo que hay
que saber es a cuánto está el kilo de tal marca, y dentro de la
marca, saber la clase, y dentro de la clase, si es fresco, medio
curado, curado o no sé qué. Podríamos decir lo mismo de los embutidos
o el jamón. Eso sí, hay cientos de familias que llegan de Catalunya
a comprar, especialmente en el área de alimentación, y si ellos
vienen a comprar es que vale la pena.
LAS
MONTAÑAS Y EL ROMANICO
Subir
a las montañas no se me había ocurrido nunca en mis primeras visitas,
si bien es otro de los atractivos que no debemos perdernos. Se pasan
muchos túneles por alguna de aquellas carreteras de montaña, y es
costumbre hacer sonar el claxon al atravesarlos. Hay buenos restaurantes
y se come bien... pero cuanto más hacia Francia más caro se pone
todo. 
Además,
Andorra no es sólo comercio sino que es un monumental conjunto románico
de gran atractivo para el turismo cultural. Torres, piedra, templos
y paisajes están allí para recreo de la vista y de los estudiosos.
Retablos en las iglesias con pinturas y esculturas, tallas y policromías
cautivan al erudito. En el regreso hay que detenerse en la frontera
y casi siempre la Guardia Civil te pide que abras el coche y hacen
una inspección ocular que, pienso, va dirigida a otras cuestiones
que si llevas o dejas de llevar dos o tres quesos y alguna otra
chorrada. No suelen poner pegas, como antaño, que era un martirio
y muchas veces casi compensaba irse por la frontera francesa y regresar
a España por La Junquera.
Sigo
yendo con cierta frecuencia a Andorra; a mi esposa le gusta, como
a todas las mujeres, ver escaparates y viene conmigo de buena gana,
pero a mi lo que me "llama" para meterme entre pecho y
espalda esos casi mil kilómetros y los otros tantos del regreso,
es la amistad con los buenos radioaficionados andorranos. En los
primeros viajes, curiosamente, no llegué a conocer a ninguno, y
mi obsesión eran las tiendas de electrónica y los productos de radioafición,
que en España escaseaban y lo poco que había estaba a precios prohibitivos,
pero ahora casi ni me paro a mirarlos. En cualquier caso la radioafición
y el campismo me ha proporcionado, allí, en Andorra, un puñado de
muy buenos amigos.

(Volver
a reportajes...)
|